SUR DE ISRAEL, 27 de julio — Unos 1500 policías israelíes fuertemente armados, apoyados por helicópteros y buldózer, demolieron el “no reconocido” pueblo palestino-beduino Al-Araqib en el sur de Israel (los árabes beduinos en el pasado nómadas, establecieron sus aldeas en el desierto) dejando a 40 familias de clase trabajadora empobrecidas y abandonadas en el desierto sin un techo para sobrevivir. Huertos de olivos, gallineros y corrales de ovejas, que servían para complementar sus magros ingresos, también fueron destruidos.
Antes de su demolición, a los residentes de Al-Araqib –como a los habitantes de muchas otras “no reconocidas” aldeas palestino-beduinas en el Negev- se les negó hasta la infraestructura de servicios más básica. Vivían sin servicios de alcantarillado, sin atención médica y escolar, y tuvieron que utilizar costosos generadores in situ y tanques de plástico para disponer de electricidad y agua.
El gobierno israelí conquistó el Negev en 1948 y lo hizo parte de Israel, afirmando que los beduinos -que han vivido allí por siglos- se establecieron “ilegalmente” en tierras que pertenecen ahora al Estado de Israel. Al mismo tiempo, el gobierno israelí facilitó concesiones de tierra, infraestructura y servicios a pequeños asentamientos judíos en la zona. Incluyendo el otorgamiento de propiedades a rancheros ricos (generalmente ex-oficiales de la Fuerza de Defensa de Israel) Recientemente, uno de los rancheros racistas disparó y mató a un beduino, y fue declarado no culpable por un tribunal patronal sionistas, dando así luz verde para que otros sigan su ejemplo.
El objetivo de esta demolición racista es preparar el camino para el establecimiento de comunidades judías previstas por la clase gobernante israelí, financiadas por magnates de bienes raíces de EUA asociados con el racista-sionista Fondo Nacional Judío (JNF), que controla toda la tierra tomada en las guerras de 1948 y 1967) En otras palabras, la fuerza policíaca israelí sionista borró todo un pueblo de la tierra para el beneficio de los magnates de bienes raíces.
La destrucción de Al-Araqib no es un incidente aislado, es parte de la escalada de la clase dominante israelí sobre las viviendas de los trabajadores para favorecer al capital inmobiliario, tanto local como extranjero. Es una política racista y colonialista -limpieza étnica al servicio del capital inmobiliario. El régimen racista, ultra nacionalista israelí también quiere garantizar una supremacía nacional judía en cualquier parte del país. Recientemente, miles de trabajadores palestinos que viven en la antigua ciudad de Jaffa (parte actual de Tel Aviv) y trabajadores súper explotados judíos en el barrio de Kfar Shalem (establecido sobre las ruinas de una aldea Palestina demolida en 1948) en el sur de Tel Aviv, están bajo amenaza de desalojo para dar paso a grandes proyectos de desarrollo inmobiliario en la zona.
El Estado fascista de Israel, así como su ideología racista-sionista, sólo sirven a los capitalistas, y están más que dispuestos a actuar con extrema brutalidad y crueldad contra los trabajadores cuando los intereses de los magnates están de por medio. Este gobierno utiliza el racismo como una herramienta para dividir a los trabajadores y enfrentarlos unos contra otros, al mismo tiempo que ignora flagrantemente las necesidades más básicas de todos los trabajadores.
El interés de los trabajadores israelíes y palestinos es, por tanto, unirse para poder aplastar esta fascista maquinaria estatal, llevando a la clase obrera al poder. Sólo los trabajadores en una sociedad comunista serán capaces de proveer las necesidades de todos y cada uno de los trabajadores en el mundo, ya sea vivienda, educación, salud o infraestructura segura. Sólo la toma del poder por la clase obrera va acabar con todos los magnates y su sistema podrido que engendra racismo, pobreza y guerra.