Vertieron palabras de elogio para la novelista ganadora del Premio Nobel Toni Morrison cuando murió en agosto, 2019. La alabaron por su maestría del lenguaje, la profundización de sus caracterizaciones, y su entendimiento agudo de las consecuencias vividas del sexismo y racismo. También la celebraron como un tesoro nacional. Como escribió el autor ganador del Premio Pulitzer Tracy K. Smith, “no creo que haya una escritora quien entendió y amo a los Estados Unidos con mas ferocidad que Toni Morrison.” No hay duda que Toni Morrison no era una radical, pero una liberal, y que su dependencia pesada en el psicoanálisis para explicar el comportamiento de sus personajes falla en poner en blanco las raíces de la opresión sistemática en el poder coercitivo de las relaciones generadas por el capitalismo.
Las personajes mujeres negras de Morrison: Pecora Breedlove en El Ojo mas Azul (1970), Sula y Nell en Sula (1973), Sethe y Baby Suggs en Beloved (1987) todas experimentaron extremo sufrimiento, físico y psicológico, pero el recurso directo e indirecto de su opresión en el impulso capitalista por ganancias permanece oscuro. El acercamiento idealista de Morrison a la casualidad es reforzado en sus novelas por su dependencia ocasional en lo supernatural para explicar las motivaciones de sus personajes. En su libro de criticismo, Jugando en la Oscuridad: la blancura y la imaginación literaria (1992), Morrison no históricamente traza la concepciones individualistas de escritores blancos de heroísmo a una necesidad generalizada de dominar y marginalizar un “otro” racializado’ los orígenes materiales de esta necesidad continua a no ser muy explorada.
En una de sus novelas, sin embargo – Una Merced (2008) – Morrison bien persuasivamente utiliza las herramientas de análisis de clase a explorar los orígenes de desigualdad social basada en raza. Ambientada al final del siglo 17 de Estados Unidos Colonial, la novela confirma y promulga un entendimiento marxista de las maneras en las cuales la categoría de raza emergió y después se endureció como acumulación capital tomo formas brutales. El tipo de vista profunda a los orígenes de raza y racismo que ganamos de textos históricos como Lerone Bennett ‘La formación de Estados Unidos Negro’ (1973) y la ‘Invención de la Raza Blanca’ (1994, 1997) de Theodore Allen nacen ampliamente del tratamiento ficcional de Morrison. El biógrafo de Theodore Allen acierta que Morrison afirmo haber leído ambos volúmenes del estudio importante de Allen antes de escribir Una Merced.
La novela expresa la opresión común experimentada por un grupo de obreras en el mismo hogar: Lina, una mujer indígena estadounidense quien sobrevivió una epidemia de viruela; Rebekkah, una novia inglesa ordenada por correo de una familia empobrecida de fanáticos religiosos; Sorrow, una mujer joven de piel oscura quien se reúsa a odiar su propio cuerpo; Scully y Willard, dos sirvientas contratadas que tal vez nunca escaparan su esclavitud; y Flores, una mujer joven de una mezcla de padres quien lamenta el abandono inexplicado por su madre. Además, Jacob Vaarck, el “amo” de la casa, mientras esta claramente posicionado a beneficiarse de la labor de aquellos que controla, es descrito como humano inicialmente y libre de preconcepciones racializadas. Respeta como una igual al hombre negro libre quien contrata como soldador; se convierte en un racista solo cuando invierte su riqueza en el comercio de esclavos caribeños, e aspira en convertir su granja en una mansión de estilo viejo mundo con cercas de hierro forjado.
Es doloroso leer la novela, en que Florens, por medio de su conciencia se cuenta la mayoría de la historia, nunca entiende por que su madre – una angoleña esclavizada traída a Barbados – escogió en “regalarla” a Jacob Vaarck. Solo al final se expone al lector a los pensamientos de la madre de Florens, quien temía que su hija espiritosa la arrastrarían al prostíbulo de esclavitud en cadenas si permanecía en la plantación en el caribe. Irónicamente, la perdida de su hija fue “una merced” comparado a su fe.
Principalmente, sin embargo, la novela testifica a la fluidez de las concepciones de “raza” en el periodo colonial; de hecho, la narrativa nunca usa las categorías que subsecuentemente se volverían descriptores “naturales”: blanco, negro, indígena negro. Además, la Rebelión de Bacon de 1677 – la última rebelión multirracial de obreros oprimidos antes de que se endurecieran las divisiones raciales – se le hace referencia temprano en la novela como una posibilidad perdida. Se narra la novela en el tiempo presente: el lector sabe donde va a terminar la nación, pero los personajes no. Que los Estados Unidos terminaran siendo fundado en desigualdad racial fue una función de ideologías de superioridad e inferioridad acompañando el desarrollo del capitalismo, no una reflexión inevitable de la necesidad humana de explotar aquellos quienes se ven diferente. La descripción de Tracy K. Smith de Morrison como una amante de los Estados Unidos no nace del análisis incisivo de la política engendrada en clase de dividir y conquistar que forma Una Merced. En esta novela, Morrison tal vez “entendió” a Estados Unidos; de que “ella la amo con… ferocidad” es muy dudoso.
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Una Merced de Toni Morrison, una apreciacion marxista
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- 28 Septiembre 2019 89 visitas