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Editorial: De E.E.U.U a Alemania - Los grandes fascistas en retroceso

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28 Febrero 2025 76 visitas

Mientras los jefes capitalistas que respaldan a Donald Trump presionan para cerrar el grifo de las armas a Ucrania en su guerra con Rusia, una asociación de 80 años entre el imperialismo estadounidense y Europa se está desgastando hasta el punto de ruptura. La amenaza de Trump de llegar a un acuerdo favorable a Rusia con Vladimir Putin (y/o extorsionar la riqueza mineral de Ucrania), su plan de retirar 20.000 tropas estadounidenses de Europa (Stars and Stripes, 24/1), su abierta hostilidad hacia la OTAN, son todos signos de la profunda división en una clase dominante estadounidense en decadencia. De un lado están los pequeños fascistas que respaldan a Trump, el ala de la Fortaleza Americana que secuestró al Partido Republicano y no tiene ningún interés en pagar por una presencia militar mundial masiva, y mucho menos una guerra terrestre distante con tropas estadounidenses. Del otro lado están los grandes fascistas del capital financiero estadounidense, los bancos multinacionales y las compañías petroleras que necesitan aferrarse a su imperio en decadencia tanto como puedan, a cualquier costo para la clase trabajadora internacional.

Un bando quiere proteger y fortalecer la esfera de influencia de Estados Unidos, desde Groenlandia hasta el Canal de Panamá; el otro busca frenar el ascenso global de sus rivales interimperialistas, China y Rusia. Un bando está liderado por racistas declarados que hacen de los inmigrantes y de los trabajadores negros y latinos chivos expiatorios de las fallas del sistema de lucro; el otro por racistas liberales que hacen de los inmigrantes chivos expiatorios y utilizan la política de identidades y las iniciativas de DEI para sabotear la lucha de clases. Pero no nos engañemos: independientemente de cómo se desarrolle Ucrania, la crisis internacional del capitalismo seguirá provocando conflictos sangrientos y movimientos fascistas en ascenso en todo el mundo. En las elecciones federales de Alemania del 23 de febrero, el partido de inspiración nazi Alternative für Deutschland (AfD) quedó en segundo lugar con el 20 por ciento de los votos—más del doble de su participación de hace cuatro años, y la votación más fuerte para un partido abiertamente fascista alemán desde la Segunda Guerra Mundial. Como el movimiento MAGA de Trump, el AfD está construyendo una base masiva para el racismo antinmigrante entre jóvenes desilusionados, triplicando su apoyo entre votantes de 18 a 24 años (Aljazeera.com, 25/2).

Independientemente de qué patrones estadounidenses prevalezcan, habrá un retorno a los malos viejos tiempos de la democracia liberal, el mito de los “derechos” y “libertades” que los jefes han utilizado para ocultar la brutalidad de su dictadura de clase. Los capitalistas se verán obligados a recurrir al fascismo en toda regla. Lo necesitarán para disciplinar a su clase, sofocar las rebeliones de los trabajadores y prepararse para la Tercera Guerra Mundial. ¡No hay buenos patrones! En este período de aterradora inestabilidad y grave peligro, los trabajadores del mundo sólo tienen una solución: la revolución comunista, liderada por el Partido Laboral Progresista internacional.

¿Por qué Ucrania es importante? 

Según el senador estadounidense Lindsey Graham, Ucrania es una “mina de oro” con 12 billones de dólares en minerales críticos, que Occidente “no puede permitirse perder” (“Face the Nation”, CBS, 10/6/24). También hay abundante petróleo y trigo en Ucrania, además de una amplia base industrial y codiciados puertos de clima cálido. Tal vez lo más importante es que, dado que los dos países comparten una frontera de 670 millas, una Ucrania alineada con la OTAN plantea una amenaza para la seguridad de Rusia.

¿Cómo empezó la guerra actual? Para entender la historia de esta zona del mundo, hay que remontarse a la disolución de la URSS en 1991 y al compromiso declarado de Estados Unidos de excluir a las ex repúblicas soviéticas de la OTAN. Pero no hay honor entre ladrones imperialistas y diez antiguos países del Pacto de Varsovia fueron incorporados a la OTAN, con lo que Rusia quedó rodeada de hecho. En 2002, lo que aumentó aún más las tensiones, Estados Unidos se retiró del Tratado de Misiles Antibalísticos. La Rusia imperialista respondió interviniendo en la Guerra de Transnistria en Moldavia a principios de los años 90 y en una guerra civil en Georgia en 2008. En Ucrania, las tensiones aumentaron en 2014, cuando los patrones estadounidenses organizaron un golpe de Estado para instalar a un presidente pro estadounidense.

El llamado movimiento Euromaidán se basó en la propaganda antirrusa difundida por la OTAN, que promovía la inclinación de Ucrania hacia Europa occidental y su solicitud de adhesión a la Unión Europea. Los imperialistas estadounidenses financiaron a fascistas ucranianos locales, así como a ONGs y grupos fachada de la CIA como la Fundación Nacional para la Democracia. Rusia respondió cortejando a los trabajadores ucranianos con precios de gasolina más baratos y fronteras más abiertas con Rusia. Los patrones rusos sobornaron para hacerse con el control de la disputada región del Donbas, que se separó de Ucrania en 2014.

Eso preparó el terreno para el apoyo ruso a una “resistencia” en el este de Ucrania, la toma de Crimea en 2014, la invasión rusa de hoy, que ya lleva tres años, y la respuesta militar de Ucrania financiada por Estados Unidos bajo el expresidente Joe Biden, que ha fracasado estrepitosamente. A pesar de un terrible saldo de bajas militares rusas, el intento de los grandes fascistas de debilitar a Rusia aplastándolos en Ucrania ha sido un rotundo fracaso. Estados Unidos se ha vuelto más aislado, mientras que Rusia y China se han acercado. La coalición BRICS liderada por los dos rivales estadounidenses se ha fortalecido. El viejo orden mundial liberal de los patrones está hecho trizas tanto en Estados Unidos como en Europa, donde florecen partidos abiertamente fascistas. Si bien todos los gobernantes capitalistas están en crisis, Estados 

Unidos enfrenta un declive relativo más pronunciado.

¡Voltear las armas! 

Bajo el capitalismo, las guerras cada vez más letales son el futuro sombrío para la clase obrera. Pero los trabajadores no tienen nada que ver con estas luchas. Los comunistas saben que no deben apoyar a ninguno de los dos bandos en ningún conflicto imperialista, que en el fondo son cínicas competencias para explotar a la clase obrera. El PLP dice: ¡No a la guerra, sino a la guerra de clases!

Sólo un movimiento comunista internacional puede acabar con la matanza imperialista para siempre. Debemos construir un Partido que lidere esta lucha y ayude a la clase trabajadora a construir un futuro mejor, libre de guerra, racismo, sexismo y explotación. ¡Únete a nosotros!

¡Tenemos un mundo que ganar!