Las protestas comenzaron en Seattle inmediatamente después del fallo del gran jurado en Ferguson de no acusar al policía asesino Darren Wilson por el asesinato de Mike Brown. Esa noche cientos de policias antidisturbios armados con rifles de asalto salieron a enfrentar a cien estudiantes, maestros y trabajadores que cerraban intersecciones en el centro de Seattle. Cuando algunos manifestantes se fueron hacia la Interestatal 5, la policía ataco con gas lacrimógeno, gas pimienta y granadas detonantes. Los manifestantes en los puentes escucharon y respondieron lanzando rocas y cuetes a la policía. La policía arrestó a algunos y golpeo a otros, pero los trabajadores y estudiantes no pudieron ser disuadidos. Cuatro días después, el día nacional de acción, más de mil personas se tomaron las calles para oponerse a la violencia racista policial.
Desde el principio de la ira antirracista, las manifestaciones de diferentes tamaños se han llevado a cabo casi todas las noches. El los editores del Seattle Times han atacado a los antirracistas como “una pandilla de hostiles agresivos” que quiere arruinar la Navidad y asustar a los niños. Casi no critican al alcalde Ed Murray por decir que simpatiza con quienes están enojados por la decisión Brown – una declaración rápidamente retractada (ST, 2/12). Aun así, los antirracistas no fueron disuadidos.
El sábado, 6 de diciembre, más de 1200 manifestantes marcharon desde la secundaria Garfield – una escuela predominantemente negra – al centro, donde nuevamente cometieron el gran crimen de “parar las ventas en el Mall Westlake Center and Pacific, en el día más importante del año para las ventas.” (ST)
Saliendo del centro, los manifestantes formaron una cadena humana, cerrando múltiples calles en el moderno barrio Capitol Hill. Una serie de bares y restaurantes fueron eran el objetivo ya que sus dueños pidieron más policías para atacar a las “pandillas somalíes” el verano pasado (ST, 4/12). Los manifestantes denunciaron ese llamado por más policías como racismo del perfil racial que podría llevar a más violencia. Nuevamente la policía ataco a los antirracistas con gas pimienta y arrestaron algunos con la mentira de que “tiraban piedras.”
Cada paso de la policía ha sido para intimidar a los manifestantes. En la marcha del domingo (Dic. 7) la policía arreo a la multitud de cien a una calle obscura y casi abandonada. Una vez ahí, la policía los rodeo creando barreras de motos en ambos lados de la calle mientras que policias antimotines con garrotes en mano cerraban el paso. Los manifestantes fueron detenidos ahí por casi media hora supuestamente mientras la policía debatía motines entre la multitud como lo habían hecho sus contrapartes en Oakland la noche anterior. El lunes por la noche una líder de la protesta fue atacada y arrestada por una pandilla de policías cuando caminaba sola a su casa después de la manifestación. Aun así, ella sigue inquebrantable.
Estas marchas han mostrado claramente la prioridad de la policía y la prensa bajo el capitalismo. Citando nuevamente al Times, oponerse al racismo y la brutalidad policiaca no es “construir un mejor mundo” sino “destruirlo.” Y la policía lanzando granadas detonantes a la multitud es “siendo tolerante.” La policía se alista para proteger los bancos mientras que la prensa llama el interrumpir las ventas de navidad, “violencia.” Para quienes jamás han visto el fascismo sin su máscara, las últimas semanas han sido reveladoras.
Mientras tanto, el 5 de diciembre, el fiscal del condado anuncio que no presentara cargos al policía que brutalmente golpeo a una mujer negra mientras estaba esposada en el asiento de su patrulla. El ojo de la víctima, Miyekko Durden-Bosley, estaba destrozado, y el policía recibió unas vacaciones pagadas de seis meses. (ST, 5/12). Por ahora los estudiantes y trabajadores en las calles solo están pidiendo reformas, pero eso no cambiara la naturaleza racista del capitalismo y la violencia que esta produce. Cuando la cara del fascismo se revela las protestas antirracistas deben ser convertidas en ¡protestas revolucionarias